El abanico ha terminado siendo una parte indispensable de nuestras vidas. Eso queda más patente que nunca cuando nos topamos con vestigios de su elegancia en la cultura: el cine y la literatura son los dos campos donde más aflora este accesorio simbólico en la vestimenta.
Y es que la popularidad del abanico es suficiente para encontrarlo entre las páginas de un libro clásico o en una breve escena de grandes connotaciones artísticas. Desde que este accesorio de ascendencia oriental se pusiera de moda en el mundo, su fama no ha dejado de crecer.
A continuación veremos cómo se presentan los abanicos en multitud de obras de arte que se han estrenado por todas las culturas y cuál es su mensaje durante la acción. Los especialistas de vestuario se atreven incluso a experimentar con colores y materiales fuera de lo previsto.
Una cosa está clara: tanto en los trabajos artísticos del cine como en la literatura el abanico es un complemento con trasfondo que tiene un papel crucial en el desarrollo de cada escena. Los manierismos y gesticulaciones forman parte del lenguaje que inspiran las siguientes obras.
A la hora de adaptar los escenarios y la vestimenta, la creatividad exige explorar distintas vías de comunicación que transmitan un mensaje profundo y bello al lector y espectador. El abanico se volvió un objeto común desde los inicios del cine, por ejemplo, con un fin estético.
Este patrón lo encontramos en los años 20 y 30, como parte de la indumentaria de la actriz y bailarina Louise Brooks, quien intensificaba sus movimientos eróticos con cada pliegue y despliegue de abanico mientras el público de la atmósfera neoyorquina se dejaba embelesar.
Pero también es un accesorio muy presente entre intelectuales como Henri Langlois o Lotte Eisner, y el propio Oscar Wilde dio protagonismo al abanico en alguna de sus obras de teatro. Este énfasis tan obvio no es más que el reflejo del valor social que logró este objeto refinado.
Veamos ahora en qué obras de arte destacó el abanico como la gran protagonista.
Nos tenemos que remontar al año 1904 para toparnos con uno de los primeros abanicos que salieron en pantalla. En este caso, la película “El abanico mágico” del pionero George Meliés se atreve con un gran abanico conformado por siete varillas, donde predomina el estilo rococó.
Pero este abanico no es un accesorio cualquiera en la película, ya que cada varilla se va transformando en una mujer diferente. Es una manera muy inteligente de representar la cualidad femenina de un accesorio tan enigmático y, sin ninguna duda, lleno de magia.
Otra obra de arte indispensable para entender la importancia del abanico en la imaginación colectiva es “El abanico de Lady Windermere”, una pieza de teatro de Oscar Wilde que se estrenó a finales del siglo 19 y donde el accesorio se redefine con un enorme simbolismo.
Tendríamos que esperar hasta el año 1925 para dar con la adaptación cinematográfica de Ernst Lubich, quien se animó a mostrar un abanico de tonos azules para realzar la figura de su protagonista. Aquí el abanico tiene una carga sentimental que representa el fracaso amoroso.
Si buscamos el abanico como protagonista tradicional, “El amor de Sonia” del año 1927 es la mejor representación de este accesorio con sus cualidades refinadas, elegantes y exquisitas. La actriz Gloria Swanson se pasea en pantalla con joyas, encajes finos y abanicos pequeños.
Aquí la meta del accesorio es deslumbrar al espectador con la sofisticación de una dama que se desenvuelve en ambientes de fiesta señoriales y delicados. Es una forma de remontarnos a una década en la que el abanico lucía relieves florales con bordes entrelazados.
En 1926 la actriz española Raquel Meller desarrolla su papel en “Carmen”, de Jacques Feyder, con el apoyo de un abanico llamativo y pasional que da muestras del carácter enardecido de la protagonista. Su representación busca dar vida a los tópicos pintorescos del arte español.
¿Y qué nos encontramos en pantalla? Primero, un abanico que va de la mano del aire libertino y enigmático de Carmen y, al mismo tiempo, un accesorio que resalta por su país de motivos florales. Bajo los motivos florales nos topamos con colores rojizos de tonadillera española.
La imagen de Marlene Dietrich se ve ensalzada en su papel de Concha Pérez, en la película “El diablo es una mujer” de Sternberg en 1935, mientras se contonea por los escenarios luciendo un abanico grande y floral. Esta representación no tiene nada que envidiar a la novela de Loti.
No podemos evitar prestar atención a las representaciones antiguas de abanicos en películas que se han basado en la historia del antiguo Egipto o el ambiente orientalista. Así sucede en “Si yo fuera rey” de Georges Méliès, donde aparecen abanicos de plumas de corte imperialista.
Parte de las obras que buscaron reflejar la cultura antigua de civilizaciones remotas es la película “Los diez mandamientos” de Cecil B. DeMille. Aquí, la figura icónica de Nefertari, que sería faraona con Ramsés II, se deja refrescar por abanicos de plumas de sus sirvientes.
Las musas de Hollywood en la década de oro se dejaron retratar con abanicos que resaltaban el busto bajo un corsé de encaje fino, con el objetivo de retratar la sensualidad femenina. Este es el caso de “La caja de Pandora” de Pabst, donde la estética más exótica busca cobrar vida.
¿Quién no recuerda a la reina del tecnicolor, la actriz María Montez, que se convirtió en todo un icono de la belleza mientras rodaba la película “La salvaje blanca” bajo la dirección de Brooks? Parte del éxito se debió al intenso simbolismo del abanico de plumas en las escenas.
Despedimos nuestra lista de obras de arte donde el abanico es la protagonista indiscutible con el musical “Zielfield Follies” de Vicente Minelli. Los años 40 se dejaron vestir por el misterio y la pantomima con una pareja de abanicos que se pliegan y despliegan en un baile chino típico.
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